viernes, 26 de noviembre de 2010

El olvido

Fotografía de Kathleen Connally
Siempre tuvo miedo de olvidar. No quería perder el recuerdo de nada. Se desesperaba cuando el título de una canción, o el nombre de un artista, no brotaba espontáneamente a su reclamo. Imaginaba un absurdo suicidio de la memoria, cuando debía detenerse unos segundos para recordar la ubicación de una calle o una casa. Para él, el olvido era una aberración inconcebible, casi un insulto a su personalidad, y se vanagloriaba de poseer una memoria perfecta.
Con los años, comprendió que le era imposible recordar absolutamente todo, y para ocultar sus olvidos, comenzó en secreto a llevar un ayuda memoria donde anotaba cumpleaños, aniversarios, nombres, títulos, direcciones, fechas, en fin, todo el acontecer de su vida, día a día.
Continuamente leía sus anotaciones, tratando de memorizarlas. Terminó archivándolas por rubros, dedicando un día fijo a cada uno.
Cuando en la casa no quedó espacio en pared alguna, donde poner un estante para sus biblioratos, decidió que había llegado a un límite, y que ya no podía seguir atesorando más recuerdos.
Retiró del banco sus ahorros, vendió el televisor, la radio, libros, cuadros y joyas, ordenó a un minimercado cercano los alimentos que periódicamente debían enviarle, y se recluyó para siempre, en medio de su absurdo archivo de fantasmas.
Pasó el resto de su vida como un ermitaño, dentro de su biblioteca de recuerdos, y murió cuando ya nadie recordaba su existencia, en el más atroz de los olvidos.

Jorge A. Geller / Premio El meridiano de la palabra 2010 / Paraná / Argentina

jueves, 25 de noviembre de 2010

El desgarramiento de los límites

¿Qué es esta experiencia sino un continuo proceso de muerte y nacimiento?. En el más primitivo espacio de nuestro ser, en el mismísimo núcleo de la materia, se esconde, como una sinfonía eterna, aquello que da muerte a lo vivo y aquello de da vida a lo muerto, la noche y el día, la fresca luz del amanecer y el misterio del ocaso. Hay “algo” en nosotros, algo definido y estructurado, que se resiste a morir, que se resiste al cambio y a la transformación. Su discurso nos encierra en un mundo rutinario y monótono cuyos muros se alzan hacia la inmensidad del cielo, acotándolo, con ladrillos compuestos por puro pánico a ir más allá de sus definiciones, a salirse de lo “seguro” para entrar en lo desconocido, a que las inmensas fuerzas del universo puedan atravesarnos, porque eso conllevaría, que esa estructura, rígida, monótona y predecible, muera para siempre.

Pero en la base de esta rueda Kósmica que gira y gira, la fuerza de la Vida y de la Muerte, tan poderosas, son las que conducen y dan sentido, de manera indiscutible, a nuestra existencia.

Tras el doloroso rayo de las crisis se esconden fuerzas destructivas y creativas que sirven de aliadas de la evolución. En definitiva, aunque desde la perspectiva del pequeño ego parezca abrumador, somos el resultado, la danza y el juego de fuerzas inmensas: somos fuerzas nucleares, electromagnéticas, gravitatorias, somos el inconsciente colectivo de la humanidad, la omnipresente fuerza de la evolución, la vida, el amor, la muerte y un sin fin de energías, que van más allá del control del tembloroso ego. En yoga, hablamos de alineación. El proceso de alineación ocurre cuando hay una plena consciencia de la dinámica de estas energías transpersonales, entonces el ego asume su verdadero papel y desde una prístina autenticidad surge:

Es mi voluntad hacer tu voluntad.

Después de las tormentas, cuando todo se ha quedado devastado, cuando las antiguas creencias se han convertido en angustiosos y raquíticos báculos que quebrándose, dejan de sostener debilidades, cuando ya no hay nada donde apoyarse, puede emerger, puede nacer algo nuevo. Y nacerá, con la fuerza que explotan las semillas en cada primavera, un nuevo estado, algo nunca visto, una nueva faceta del ser.

Por Gustavo G. Diex

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Antes, la conciencia

Pregunta el maestro a sus discípulos señalando la bandera agitada por el viento;

¿Qué se mueve?

- Se mueve la bandera, se apresura a responder el primero.

- Se mueve el viento, respondió el segundo.

El maestro niega con los movimientos de su cabeza, mientras responde:

-No se mueve la bandera, no se mueve el viento. Se mueve la consciencia…

martes, 16 de noviembre de 2010

Zen & Arte

El título lo dice todo, Album de instantes se llama este sitio en internet con imágenes del fotógrafo Juan Carlos del Río. Equillibrio, armonia, la cualidad de la fragilidad que hay en la belleza de la naturaleza, y a su vez la fuerza detrás de toda la divinidad presente en la creación. Para disfrutar sin apuros.

Si estás pintando o escribiendo o llevando a cabo cualquier acción, estás totalmente absorto en ella. Estás solamente pintando, solamente escribiendo. Ningún pensamiento se interpone entre tú y la acción. Solo hay la acción sin pensar. Esta es la libertad.



Si piensas, tu mente se aleja de tu acción y el fluir de tu pintura o tu escritura se bloquea, tu ceremonia del té es rígida o torpe. Si no piensas, te unificas con tu acción, eres el té que estás bebiendo. Eres el pincel con el que estás pintando. El no-pensamiento es anterior al pensamiento. Eres el universo entero; el universo no es otro que tú.



Esta es la mente Zen, mente absoluta. Estás mas allá del espacio y del tiempo, mas allá de las dualidades del yo y el otro, lo bueno y lo malo, la vida y la muerte. La verdad es así simplemente. Así que, cuando una persona Zen está pintando, el universo entero está en la punta de su pincel.



Cuando realizo una toma fotográfica, intento que, como la mayoría de los actos que como ser humano puedo realizar, sea con plena consciencia del momento presente. Cada instante se convierte así en "aquí y ahora" y cada respiración se transforma así en un momento mágico.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Reconciliación

Óleo de Nicoletta Tomas Caravia
Deja pasar un par de días, no la llames, no le cojas el teléfono. Luego ve a hablar con ella, pero muéstrate frío, distante e incluso cruel en un momento dado. Como si nada de aquello fuera contigo. Utiliza palabras duras, no hagas la más mínima concesión. Dile que no sabes de qué te habla, que son todo imaginaciones suyas. Deja que te grite, que te golpee, que te arañe, que te muerda, que te amenace. Échale la culpa de todo, deja que se derrumbe. Humíllala, apriétale un poco más (sólo lo justo), y entonces empieza a mostrarte algo más comprensivo. Dile algo cariñoso, juguetea con su flequillo. Abrázala, deja que se sienta bien por unos minutos. Convéncela de que te necesita. Miéntele, dile que la quieres. Y sólo al final, si lo consideras necesario, le dices que la perdonas.

Maria José Barrios / Cuentos mínimos

martes, 9 de noviembre de 2010

No hay tutía

Ilustración de Mordillo
"No hay tu tía"... o "No hay tutía" ?
Se trata de una expresión que utilizamos cuando nos rendimos en situaciones que no se pueden evitar o que no tienen solución.

Así, cuando no se puede salir de un asunto, decimos no hay tutía, que equivaldría a no hay nada que hacer:

"Quise convencer al profesor para que no nos hiciera el examen, pero no hubo tutía."

El término tutía procede el árabe tutiya, que significa sulfato de cobre. Se trata de un remedio utilizado antiguamente para aliviar los enfermedades de los ojos, hecho a base del óxido de cinc que, a modo de costra grisácea, se adhiere a la chimenea de los hornos de fundición de cobre. De esta manera, en tiempos de Cervantes se utilizaba este término con el significado de remedio o medicina. No haber tutía es, pues, no haber más remedio, carecerse de solución para un problema.

Teniendo en cuenta su origen, Tutía debería escribirse, por tanto, junto. Así lo dice el DRAE y el DPD. Sin embargo, el diccionario CLAVE incluye esta expresión en la entrada tía y aboga por su escritura separada sin tener en cuenta su origen.

Gracias Fabia por contarnos el origen de este dicho.

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