sábado, 30 de octubre de 2010

Cambios / Juan José Millás

El beso, fotografía de Robert Doisneau
Llevaban veinte años durmiendo cada uno en el mismo lado de la cama, cuando una noche, entre sueños, ella ocupó el sitio de él y él el de ella. Para los dos resultó una novedad enfrentarse al cónyuge por un costado diferente al habitual. De hecho, el otro no parecía el cónyuge, sino un intruso que resultaba al mismo tiempo sorprendentemente familiar, como si se hubieran conocido en otra vida, o quizá en otro idioma. Esa madrugada hicieron el amor con una torpeza morfológica llena de hallazgos sintácticos, de manera que al levantarse decidieron extender el cambio a los otros ámbitos de la existencia. Así él comenzó a ponerse a la izquierda de ella en la mesa y a su derecha en el sofá. En el coche, que habitualmente conducía él, la mujer ocupó el lugar del conductor.

Este mínimo cambio geográfico modificó sus vidas, haciéndoles tomar conciencia de unos territorios corporales inéditos. Entre tanto, sus fantasmas, abandonados en los lugares primitivos, continuaron relacionándose con la rutina anterior. Mientras ellos se abrazaban, en fin, con la extrañeza de dos adúlteros, sus espíritus continuaban jugando al matrimonio, de modo que en seguida devinieron en cuatro individuos, dos reales y dos imaginarios. Iban juntos a todas partes, con las posiciones respectivas invertidas, como la imagen que devuelve el espejo. En los restaurantes, aunque sólo reservaban mesa para dos, se sentaban en realidad cuatro y se pasaban la cena discutiendo sobre las ventajas de la rutina frente a las de la novedad sin ponerse de acuerdo.

Transcurrido el tiempo, regresaron por nostalgia a los lugares de siempre, encontrando sus huellas como las habían dejado. En seguida, volvieron a ser dos, y a veces, cuando imaginaban la posibilidad de ser otra vez cuatro, sentían una pereza enorme.

viernes, 29 de octubre de 2010

Mi país / Quino



martes, 26 de octubre de 2010

El cielo del gorrión / Un cuento turco


Había un gorrión minúsculo que, cuando retumbaba el trueno de la tormenta, se tumbaba en el suelo y levantaba sus patitas hacia el cielo.

-¿Por qué haces eso? -le preguntó un zorro.

-¡Para proteger a la tierra, que contiene muchos seres vivos! -contestó el gorrión-. Si por desgracia el cielo cayese de repente, ¿te das cuenta de lo que ocurriría? Por eso levanto mis patas para sostenerlo

-¿Con tus enclenques patitas quieres sostener el inmenso cielo? -preguntó el zorro.

-Aquí abajo cada uno tiene su cielo -dijo el gorrión-. Vete... tú no lo puedes comprender...

Anónimo

lunes, 25 de octubre de 2010

Caprichos de la luna

Ilustración de Poli Bernatene
La Luna, que es el capricho mismo, se asomó por la ventana mientras dormías en la cuna, y se dijo: «Esa criatura me agrada.»

Y bajó muellemente por su escalera de nubes y pasó sin ruido a través de los cristales. Luego se tendió sobre ti con la ternura flexible de una madre, y depositó en tu faz sus colores. Las pupilas se te quedaron verdes y las mejillas sumamente pálidas. De contemplar a tal visitante, se te agrandaron de manera tan rara los ojos, tan tiernamente te apretó la garganta, que te dejó para siempre ganas de llorar.

Entretanto, en la expansión de su alegría, la Luna llenaba todo el cuarto como una atmósfera fosfórica, como un veneno luminoso; y toda aquella luz viva estaba pensando y diciendo: «Eternamente has de sentir el influjo de mi beso. Hermosa serás a mi manera. Querrás lo que quiera yo y lo que me quiera a mí: al agua, a las nubes, al silencio y a la noche; al mar inmenso y verde; al agua informe y multiforme; al lugar en que no estés; al amante que no conozcas; a las flores monstruosas; a los perfumes que hacen delirar; a los gatos que se desmayan sobre los pianos y gimen como mujeres, con voz ronca y suave.

«Y serás amada por mis amantes, cortejada por mis cortesanos. Serás reina de los hombres de ojos verdes a quienes apreté la garganta en mis caricias nocturnas; de los que quieren al mar, al mar inmenso, tumultuoso y verde; al agua informe y multiforme, al sitio en que no están, a la mujer que no conocen, a las flores siniestras que parecen incensarios de una religión desconocida, a los perfumes que turban la voluntad y a los animales salvajes y voluptuosos que son emblema de su locura.»

Y por esto, niña mimada, maldita y querida, estoy ahora tendido a tus pies, buscando en toda tu persona el reflejo de la terrible divinidad, de la fatídica madrina, de la nodriza envenenadora de todos los lunáticos.

Charles Baudelaire
Poema número 37 de El spleen de París (Los pequeños poemas en prosa).

jueves, 21 de octubre de 2010

Amigo / Un cuento árabe

Ilustración de Sergey Rimoshevskij
Dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron.

El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:

"Hoy mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro".

Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:

"Hoy mi mejor amigo me salvó la vida".

Intrigado, el amigo preguntó:

-¿Por qué, después que te lastimé, escribiste en la arena, y ahora escribes en una piedra?

Sonriendo, el otro amigo respondió:

-Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.

Anónimo

miércoles, 20 de octubre de 2010

Introducción a la Prosodia

Cuando me enseñaron que lo que importa
no es el endecasílabo perfecto recorriendo
como una línea de patos la página,
sino las variaciones
en esa línea y las tensión producida
en el oído por la sorpresa de la diferencia...
...lo entendí y sin embargo no lo entendí
exactamente, hasta justo este momento, años
más tarde en primavera, con los árboles bordados
y las camelias florecidas en su madurez,
miro por la ventana y veo lo que el frente frío
ha hecho en el jardín, irrumpiendo como un exabrupto,
inesperado en la extravagancia sensual de una
primavera en Maryland.
Cada flor tiene el borde ennegrecido
como si lo hubieran repasado con tinta
en vez de con escarcha, y la tensión que siento
entre lo que esperaba ver y lo que veo
es como aquella vez que entré en tu cuarto,
dispuesta a decirte adiós para siempre, pues
por aquel entonces eras una especie de frente
frío a tu manera,
y cuando me viste entrar reíste con ganas y me
levantaste en brazos como si yo también
estuviera bordada de primavera en vez
de madurez como las camelias,
y me dio por pensar: esto es Poesía.

Linda Pastan
New York, 1932

martes, 19 de octubre de 2010

Prisión

Fotografía de Peter Lippmann
Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.

Montevideo, 1940

lunes, 18 de octubre de 2010

La rosa de la resurrección / La rosa de Jericó

Rosa de Jericó
 Una vez, hace tiempo, tuve en mis manos esta planta milagrosa. Se me presentó tan enigmática que inmediatamente captó mi atención. La rosa de la resurrección podía transformar su apariencia de ovillo de hilo cisal entreverado, sólo con el mágico contacto del agua, en una planta similar a un helecho verde y abundante en hojas, tan solo en unas pocas horas. Retirada de su fuente de vida, volvía a su apariencia inerte, a la espera de un tiempo inmemorial. 
Supo morir mi amor, en apariencias, como la Rosa de Jericó.

Tan enigmática como su nombre botánico, Anastática hierochúntica, es una especie única oriunda de Afganistán, pero se puede encontrar también en Egipto, Palestina y riberas del Mar Rojo.
Sus ramas tienen la propiedad de contraerse con la sequedad, permaneciendo cerradas y secas durante muchísimos años,incluso generaciones,hasta que la humedad o el contacto con el agua vuelve a abrirlas, recobrando así su verdor y belleza.
Arrancadas del suelo por el viento, éste las arrastra a su merced, convirtiéndolas en viajeras obligadas a través de estepas y desiertos, cruzando las fronteras de diversos países de Asia y otros continentes, y diseminando sus semillas por todos ellos. Posiblemente este errar interminable diera forma a la leyenda de Jesús en el desierto.
Ruedan incesantes por los desiertos de Arabia, Egipto y riberas del Mar Rojo... Pero no crecen, sin embargo, en la ciudad de Jericó; si bien es cierto que , miles de años atrás (sobre el segundo milenio antes de Cristo) ricos hacendados y comerciantes de esta ciudad las traían desde los lugares más lejanos, como un preciado talismán, para bendecir sus casas o negocios y librarlos de los invasores. Pudiera ser que el esplendor de Jericó en esta época diera nombre a la planta.
Su tradición ocultista data de tiempos muy remotos, y el paso de los siglos no ha logrado desprenderla jamás de su leyenda y poderes. Creyentes y no creyentes, todos reconocen antes o después sus beneficiosos efluvios.

Cuenta la leyenda que, cuando Jesús se retiraba a orar al desierto, la Rosa de Jericó, arrastrada por los vientos, se detenía dulcemente a sus pies y, de madrugada, después de abrirse con el rocío de la noche, ofrecía al Maestro las gotas de agua de sus ramitas. Jesús las tomaba con las yemas de sus dedos, llevándolas a los labios para calmar su ardiente sed. Conmovido, la bendijo.

Extendida esta leyenda con el paso de los años a otras naciones y otros continentes, diferentes etnias han considerado la Rosa de Jericó como Flor Divina,ícono de la resurrección, reconociéndola, además, como portadora de beneficiosos dones. Coinciden también muchas ramas del mundo esotérico en atribuirle especiales propiedades, acogiéndola como el talismán vivo más escaso y deseado.

lunes, 4 de octubre de 2010

Una mujer y un hombre

Oleo de Nicoletta Tomas Caravia
Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres por la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.

Juan Gelman
Poeta argentino, 1930

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