El tour arrancó desde Marrakech por la mañana en un trayecto que cruza El Atlas (cadena montañosa que atraviesa Marruecos de Norte a Sur en forma de espina dorsal) atravesando pueblos y aldeas bereberes.
Lo más asombroso del trayecto que finaliza en la ciudad imperial de Fez , es ver como se alternan los colores terracota y rojizos del terreno, con los verdes palmerales de los oasis.
Las poblaciones se mimetizan con la montaña, en contrucciones de adobe y paja. Cada familia tribal vivía en un asentamiento protegido llamado Kasbah. Las kasbah son fortalezas de barro o adobe típicas de la zona, dado los materiales de construcción de los paises del norte de África como Marruecos, Algeria y Tunisía. Estas construcciones se encuentran en lugares cerca del desierto, y normalmente en un lugar elevado para mejorar la defensa del sitio. Algunas Kasbah están aún habitadas. No hay luz, ni gas, ni agua corriente, claro. Sin embargo, cada tanto encontraba una antena parabólica que hacen funcionar con baterías de coches. Así se conectan a alguna señal del mundo, al menos a un par de canales de otros países árabes.
Las vertientes subterráneas forman oasis verdes que ofrecen todo tipo de cultivos. Y los palmerales ofrecen una sobreabundancia de dátiles de los mejores que haya probado.
También son muy buenas las olivas, las uvas, los melocotones, los plátanos.
En medio del camino hay una ciudad llamada Ouarzazate, desde donde parten las excursiones al desierto de dunas. También es conocido porque hay un "Hollywood" el Atlas Film Studios, donde un sinfín de famosas películas históricas y de aventuras fueron filmadas, incluyendo la película Gladiator y Lawrence de Arabia. En esta zona se encuentra la kasbah Aït Benhaddou, considerada por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad y una de los bastiones o fortalezas más importantes de la antigua Ruta de la Sal, donde las caravanas compraban esclavos, oro, marfil y sal desde el África sahariana hasta Marrakech y más allá.
Las dunas, para mi sorpresa, son absolutamente anaranjadas. Su paisaje típico incluye los camellos y las jaimas (carpas) donde hacer noche. Una experiencia única es dejarse guiar por un camellero que nos adentrase algún breve recorrido de los 50 km de dunas que separan con la frontera a Argelia. Los habitantes del desierto, los hombres azules deben su nombre al color índigo de su vestimenta y sobre todo de su turbante. Tonalidad extraída de un colorante vegetal que con el calor del desierto se disuelve poco a poco y va tiñendo la piel y protegiéndola de las inclemencias del tiempo. Existen más o menos 3 millones de tuaregs: pueblo de cultura nómada o seminómada que se localiza en una parte del territorio de Argelia, Burkina Fasso, Líbia, Mali y Níger.
El desierto es el único lugar del mundo junto con el mar donde el hombre se enfrenta cara a cara consigo mismo. No buscamos ni suplantar a nadie ni ocupar el lugar del otro porque en el desierto no hay nadie más. Es un lugar donde se encuentra la esencia del ser humano. En el desierto el tiempo es luz.
Final del recorrido la ciudad de Fez. Primera ciudad imperial, capital árabe del S.VIII, que es muy surrealista para describir.
"Medina" es un término árabe que significa "Ciudad". La medina de Fez es una ciudad fortificada en la que actualmente viven 350.000 personas en forma absolutamente medieval.
Son 9.600 calles, 1.000 de ellas sin salida, un verdadero laberinto que difícilmente se pueda visitar sin un guía. No hay plazas, ni descansos, ni espacios libres. Todo es zoco (mercado) frenético donde siguen existiendo los gremios de artesanos tal como se conservan del medioevo: los carpinteros, los curtidores, los tejedores, los ceramistas...
El movimiento es continuo, casi no se puede uno detener para sacar una foto en los 6 kilómetros de caminata en la medina. Apenas alguna foto a los burros que transportan mercaderías, o a algunos vendedores que venden pollos vivos ( lo degüellan y lo entregan calentito a su comprador) o pescado, o telas. En fin...realmente la sensación de entrar en una película, vivir una locura en cámara rápida, y salir. Eso es Fez, un viaje a la época medieval, un flash de sensaciones, olores y colores.
Desconozco cómo serán esas casas de fachada tan sobria, cómo se mantienen en su estructura y en su interior. Para el mundo árabe lo principal en la construcción es no mostrar nada al exterior, para no despertar envidias de los más pobres.
De manera que tras esos muros franciscanos y esa puerta de madera antiquísima, jamás sabremos qué podríamos encontrar: a veces un palacio lleno de confort.
De este viaje me traje los olores, creo que debe ser un común denominador del mundo árabe.
Me traje la sonrisa de pisar por primera vez tierra árabe.
Me sentí reconocida en mis rasgos por ellos. Fue raro, ser étnicamente reconocida.
Recordé mucho a mis abuelos siriolibaneses.
Y me quedé con el anhelo de seguir viaje para Jordania y Siria.
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La niña de la cornisa
Hace 7 años
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